

R
Una mujer contempla los colores
que la tarde regala silenciosa.
Besos de mar
en muro de piedras,
a ritmo de olas
el viento los lleva.
Una mirada hiende el horizonte
y dibuja una flor en la distancia.
De las paredes rotas,
se desprende
el polvo efímero
de la dicha.
Como sueños
que no caben en una noche,
llegan en tropel
los fantasmas del recuerdo.
S
poética inmensidad
de espejismos.
¡Sólo un oasis
basta, para hacer de ti
el Edén!
¡Dan pena, las patéticas señoras,
quietas en el rincón más apartado.
Son, amarillas fotos del pasado;
viejas mujeres mustias, soñadoras.
…
Inquietas, abanican los ardores
de la sangre que hierve por sus venas,
y un torrente de eróticas facturas,
preludio inaugural de anochecer.
¡Encantamiento, luz de ensombrecer,
admirada contemplo tu hermosura!
Muchos sueños adornan tus colores:
rosas, malvas, dorados… también grises,
-tonalidad de idilios infelices-
¡ostentosa paleta de pintores!
En ardiente homenaje a tu realeza,
el arpa se estremece, y conmovida:
canta un himno vibrante a la belleza.
¡Espera! No te pierdas en la noche,
que entre nubes y sombras escondida,
aun reluces, ¡Oh, Tarde!, como un broche.
T
prisionera en aro de oro…!
Soñando siempre
volver a tu tibia concha,
del marino fondo.